En medio de notables progresos pero también de muchas tareas pendientes, la fecha se presta para hacer un balance sobre la situación de la mujer boliviana
El día de la mujer boliviana, que se conmemora hoy en homenaje a Adela Zamudio, una de las brillantes representantes cuya obra intelectual y práctica fue pionera en la apertura de los caminos que conducen a una más activa participación de las mujeres en las actividades de la sociedad, nos encuentra este año en circunstancias muy adecuadas para ensayar una evaluación sobre lo mucho que se ha avanzado, lo que falta por avanzar y las rectificaciones que habrá que ir haciendo para no perder el rumbo.
Al hacerlo, lo primero que no por evidente debe dejar de ser destacado es que han quedado muy atrás los tiempos cuando mujeres como Zamudio eran tan excepcionales que su sola aparición en la vida pública constituía todo un acto de rebeldía y transgresión. Menos de un siglo ha sido suficiente para que la presencia de mujeres en los principales escenarios sea tan habitual que a las nuevas generaciones les resulta difícil imaginar algo diferente.
Son tantos y tan notables los cambios que se han producido en la mentalidad colectiva, y consiguientemente en los hábitos cotidianos, en la estructura institucional, y en todos los campos de la actividad económica, política, social y cultural, que podría parecer que la lucha de las mujeres ha alcanzado ya el éxito.
Sin embargo, y sin desmerecer esos logros, es también cierto que son todavía muchas las tareas pendientes, pues en Bolivia, como en el resto del mundo, la causa de la equidad de género está lejos de llegar a la inmensa mayoría de las mujeres para las que las leyes y los discursos no han sido suficientes para transformar, por lo menos no en la medida de lo esperado, sus condiciones de vida cotidianas.
Una visión poco alentadora del estado de la mujer en el mundo, y en Bolivia en particular, la dan casi todos los estudios relativos a la manera como se distribuyen según la variable género, en desventaja siempre para las mujeres, indicadores como pobreza, violencia, analfabetismo, empleo, seguridad social, entre muchos otros.
En el caso de nuestro país, se destaca por lo negativo el problema de la violencia doméstica. Así sostiene, por ejemplo, un reciente reporte de las Naciones Unidas que indica que "según diversas fuentes oficiales, en Bolivia nueve de cada 10 mujeres sufren algún tipo de violencia, y se registra un feminicidio cada tres días. De cada 10 hechos violentos contra mujeres, sólo tres son denunciados".
En contraste con esa realidad en la que escasean las medidas concretas dirigidas a modificarla, abundan en todos los niveles del Estado los discursos que al haber reducido la causa de la equidad de género a sus aspectos más formales e insustanciales la han banalizado hasta quitarle buena parte de su poder transformador. Así, aunque desde el punto de vista cuantitativo es innegable que ha crecido la presencia de mujeres en las altas esferas del poder, la facilidad con que han subordinado la causa de género a los requerimientos del discurso oficial hacen temer que en muchos aspectos, excepto el de las apariencias, estemos asistiendo a una revitalización de tradicionales valores y prácticas poco afines con la causa que hoy se conmemora.
Tomado de: Los Tiempos
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